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Bojacá: todos los carros van al cielo.

Artículo publicado en Fuel Car Magazine en noviembre de 2009.

Bogotá está rodeada de municipios llenos de encanto y tradiciones únicas que atraen turistas todos los días del año. Bojacá tiene lo suyo.

Para ir a Bojacá y conocer todo lo que este destino tiene para ofrecernos, hay que salir de Bogotá por el occidente, lo haremos por la calle 13. Poco a poco esta avenida que nace en el centro de la ciudad nos va llevando hasta la Zona Franca de Bogotá. Más adelante nos lleva al peaje que lleva el nombre del otrora hermoso Río Bogotá y luego de pasar por encima de esta contundente muestra de lo que hemos estado haciendo con el planeta, tenemos que seguir avanzando en medio de la gran cantidad de flotas intermunicipales que circulan por esta avenida con sus gritones ayudantes colgando de la puerta. Más adelante tomamos la vía de la derecha, la que dice llevarnos a Mosquera-Funza y pronto llegamos a una glorieta –no romboy- que permite ir por la izquierda a Madrid y por la derecha a Cartagenita y Facatativá; en este punto tomamos la derecha para encontrar que la carretera pasa a ser de un solo carril por sentido.

Aquí ya se nota el siempre agradable cambio de paisaje que ocurre cuando se sale de la “a pesar de todo” hermosa capital del país, esto quiere decir que mucho verde, muchos sembrados y mucho campo empiezan a acompañarnos a lado y lado de la carretera. Una nueva glorieta (rond point en francés, traffic circle en inglés) hace su aparición y pone ante nuestros ojos una pregunta de selección múltiple de esas que acompañan nuestro camino siempre, esta vez la cuestión es ¿Madrid o Facatativá? En este caso la respuesta es Facatativá; así que continuamos derecho, dejando atrás la opción de visitar a este homónimo de la ciudad que tiene más colombianos por metro cuadrado en Europa y con el que se hacen tantos chistes acerca de adónde fueron las vacaciones de alguien que no salió del país como sus amigos.

Continuamos y no tardamos en encontrar el peaje Corso, el cual sólo funciona en el sentido opuesto al nuestro, lo que indica que ese dinero seguirá en nuestro bolsillo un rato más para probablemente terminar en las manos del dueño de algún restaurante típico en Bojacá. En este paisaje de clima frío que estamos atravesando, los sembrados aumentan su presencia mientras que las vacas que nos dan leche a diario, o que terminan servidas en el plato de muchos, también aparecen; pero no solo ellas, también hay galpones atestados de pollos que no llegarán nunca a su edad adulta. Seguimos nuestro camino y a la izquierda aparece la variante a Bojacá, hay que tomarla si no queremos ir a parar a Villeta o Faca. Aquí sí empieza a haber huecos respetables y no hay mucha opción de esquivarlos porque el ancho de la vía es menor, a la izquierda se ve una pequeña ciclo ruta y mientras recorremos a menor velocidad este tramo, podemos ver más árboles, más viveros y más cultivos hasta llegar al pueblo propiamente dicho.

En Bojacá de entrada se pueden identificar algunos parqueaderos en donde el lujo es inversamente proporcional al espacio disponible. Son bastante amplios. Una buena noticia: si usted venía aplazando una entrada “al bath” y no cedió a la tentación de sentir la brisa sabanera y tener un momento a solas con la naturaleza para tal fin, por sólo $500 usted tiene la oportunidad de hacerlo en los baños que están estratégicamente ubicados cerca de la parada de los buses, ni idea de cómo sean por dentro. A propósito, a Bojacá se puede llegar en bus en los servicios de Flota Ayacucho y Expreso Cundinamarca que llegan y se van con muy buena frecuencia.

Sí señores, ya estamos en Bojacá, que en lengua chibcha significa“cercado morado” y que fue fundado el 16 de octubre de 1537 por Gonzalo Jiménez de Quesada, antes de fundar Santa Fe de Bogotá, lo que ocurriría un año después. Y hablando de Bogotá, aquí hay un dato más: Bojacá –que hace parte del área metropolitana de esta ciudad- sólo tiene 6.010 habitantes, más o menos la octava parte de lo que se necesita para llenar el estadio Nemesio Camacho El Campín.

Lo primero que hay para ver es lo que parece ser la plaza de mercado del pueblo, pero no lo es (aquí es donde están los baños que mencionamos antes), en vez de encontrarnos con bultos de papa que van y vienen o con marranos huecos que reposan en ganchos, lo que hay en este lugar es una gran variedad de artesanías, dulces típicos y quesos hechos artesanalmente, además de una gran oferta de comida autóctona que incluye carne asada, fritanga y la infaltable gallina criolla. Cruzando una calle llena de locales que venden imágenes religiosas, sombreros y artesanías varias, está la iglesia, uno de los principales atractivos del municipio.

¿Qué hacer en Bojacá? Bueno, hay opciones: usted puede visitar el Museo Convento Colonial que fue fundado en 1948 para ver una muestra de cerámicas y artesanías de la cultura Chibcha, Tayrona y Quillacinga, para ver obras de arte de la colonia, o bien, para apreciar verdaderas reliquias que datan de los siglos XVII y XVIII. Si lo que quiere es un plan más al aire libre, usted puede conocer las piedras de Chivo Negro, un parque arqueológico donde los Chibchas reflejaron su estilo de vida por medio de pictogramas. Este parque, patrimonio cultural y arqueológico de Colombia, al parecer también era un sitio de adoración al sol y la luna, una característica recurrente en las diferentes tribus prehispánicas. Otra buena opción al aire libre y en contacto con la naturaleza, son los Caminos Reales, un recorrido de varias horas por caminos precolombinos donde se puede observar la flora y fauna característica de la región; un camino que siglos atrás, además de permitir el intercambio de productos entre tribus, le sirvió en épocas de la conquista a “La Madre Patria” para ponernos a hablar español a todos.

Esas son muchas cosas para hacer, pero el principal plan para muchos turistas que llegan a Bojacá es ir a la iglesia, y no por su belleza arquitectónica, sino por una tradición muy popular: la bendición de los carros. Esta iglesia que inició su construcción en 1629, tiene altares tallados en madera dorada del siglo XVIII, pero su más grande atractivo es una imagen de Nuestra Señora de los Dolores, también conocida con el nombre de Virgen de las Angustias, traída de España en 1739, la cual fue instalada en la iglesia en 1757 con un nuevo nombre: Nuestra Señora de la Salud de Bojacá. Pasamos de la angustia y el dolor, a la salud. Buen cambio.

A la Señora de la Salud se le atribuyen incontables milagros, casos de sanación increíbles y otras tantas historias que han ido aumentando su popularidad. Ni idea  de a qué horas se le ocurrió a alguien bendecir los carros e incluso bautizarlos, pero lo cierto es que a diario, especialmente los fines de semana, Bojacá se llena de autos de todos los sabores y colores que vienen a obtener ayuda divina para contar con mejor suerte en su camino por las calles y vías del país. Algunos sólo se llevan la bendición, otros llegan con un nombre de catálogo y salen llamándose “La consentida”, “El correcaminos”, “El andariego”, “Jenny Paola”, “Mi cacharrito” o cualquier nombre que su dueño desee ponerle a su querido vehículo.

Después de la ceremonia muchas personas van al micro circuito de karts que hay a pocas cuadras, allí mismo hay juegos inflables para los niños y se puede jugar rana, todo al aire libre. Otros simplemente se quedan en la plaza principal para comerse una oblea o un helado y tomarse una foto en el romántico(n) marco de corazón que está dispuesto allí para tal fin. La foto también puede ser en uno de los clásicos caballitos de madera con piel de vaca que incluyen un sombrero de charro para el protagonista, una foto “muy charra” sin duda. Pero si nada de esto le interesa, puede sencillamente quedarse a ver un rato al grupo de danzas que se presenta de manera continua en la plaza principal, si cuenta con suerte, es posible que usted resulte siendo parte del baile.

En fin, a sólo 40 kilómetros de Bogotá hay un lugar donde los carros no es que aseguren un lugar en el cielo, ni que obtengan el perdón de sus pecados viales; en este lugar ellos simplemente logran hacer parte de una tradición llena de fe, una tradición muy colombiana.

 

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